No hay nada tan mágico como la noche previa a día de reyes, esas horas transcurren rodeadas de halos luminosos que impregnan el ambiente de alegría e impaciente espera. Yo, incluso ahora, a mis veintitantos, no me olvido del ritual de lanzar por los aires una cartita atada a un globo colorido, nadie puede negarme ese privilegio, que desde que tengo memoria, lo hago cada año, ante los ojos de mis padres que sorprendidos me espetan que ya no estoy en edad; a mí me sigue pareciendo un acto maravilloso, un sortilegio al que todos tenemos derecho sin importar los años ... hoy mi cartita es tan larga como siempre, aunque ya desistí de mi idea de tener una máquina de raspados y un arcoiris (algo que siempre anhelé, pero nunca llegó) ya también me olvidé del guardarropa completo de la Barbie y del hombre biónico... varios años atrás rogué por un Kent de carne y hueso, y a decir verdad, me lo cumplieron aunque salió bastante defectuoso, era un guapo y apuesto chico, pero muy mentiroso,(demasiado) así que desde entonces me abstengo de esas complicaciones, aunque no del todo, porque dentro de mis peticiones está la de un novio fiel (¿será mucho pedir?)... en fin...el recuerdo que más atesoro en la memoria es la ocasión que decidí ser rey mago por un día!, alguna vez mi má’ nos platicó que ella nunca recibió la visita de los reyes magos, así que pensé que era mi oportunidad de regalarle una mañana especial; en ese tiempo salía por televisión un muñeco horrendo, parecido a un sándwich mal hecho, sin el menor sentido de la estética, pero vaya! a mi mamá le parecía simpático, en realidad no sé de dónde sacó la idea de que Bob esponja era bonito... la tarde del cinco fui a comprarlo, aquello era un caos, la tienda estaba llena de padres frenéticos que corrían de una lado a otro, era un sitio en donde no había la más mínima piedad cualquier descuido podría costarte perder el juguete que habías elegido. Cuando tuve al Bob esponja conmigo, me di cuenta que debía cuidarlo más que a mí, porque en más de una ocasión alguna intrépida madre desesperada me acosaba preguntándome una y otra vez si me lo llevaría, y es que se había agotado el amarillento muñeco, así que podría ser presa del arrebato de aquellas mujeres. Ya en casa y a salvo escondí el bulto aquél en el jardín y esperé hasta la madrugada para ponerlo en el árbol, creo que no pude dormir de la emoción, cuando desperté fui rápidamente al cuarto de mamá, le dije que había algo para ella, incrédula me decía que eso no era posible, que no podía ser, que los reyes no pasaban por ahí, ante tanta insistencia salió de la cama y miré sus ojos enormes como platos y su enorme sonrisa, apretaba con mucha fuerza al Bob y decía ¡es mío, es mío!, nunca podré olvidar su cara de sorpresa y sus lágrimas de niña tierna, por mucho ha sido el mejor seis de enero que he tenido. ¿ Y, ustedes qué recuerdos tienen?
PS: Como el año viene con buenas nuevas, me iré un par de meses a trabajar fuera de la ciudad; lamentablemente no los podré visitar cotidianamente, ni tampoco podré publicar como quisiera. Estaré en una comunidad del estado de Jalisco trabajando para censida. ¡Hasta pronto y feliz día de reyes! (no me olviden)